EL IMPERIO SOBERANO QUE OPRIME MI SEXO











LAURA IRUARRIZAGA



Memoria histórica feminista: Recordando a Olympe de Gouges


14 de julio de 1789. Todos conocemos la fecha de la toma de la bastilla, emblemática de la revolución francesa que da pie a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que establece los derechos fundamentales de todos los hombres y la cual, a día de hoy, se mantiene como Preámbulo de la Constitución Francesa, otorgándole valor constitucional, y se sigue considerando como un documento precursor de los derechos humanos.


Bajo ese mantel de aspecto revolucionario se esconde la exclusión de las mujeres de dichos derechos fundamentales y la historia de quienes quisieron demostrar la esencia patriarcal de un texto que excluía a más del cincuenta porciento de la población. En efecto, los que tienen el poder de redactar la historia hacen una selección de los elementos con los que desean que las generaciones futuras se queden y se formen. La vida y los trabajos de Olympe de Gouge, como el de tantas otras mujeres, no fue uno de ellos.


Olympe de Gouges nace en 1748 en Montauban (Occitania), burguesa no le costará mucho adaptarse al modo de vida de la élite parisina cuando se muda allí. Creará su propio grupo de teatro itinerante que usa como primer método para impartir ideas revolucionarias. Entre sus obras se encuentra “La esclavitud de los negros, o feliz naufragio” publicada bajo el antiguo régimen y profundamente novedoso por su carácter abolicionista del colonialismo y por su crítica a la opresión en base a la clase y a la raza que le valió numerosas amenazas de muerte.



Olympe destaca ante todo por sus ideas revolucionarias respecto de la igualdad de ambos sexos. Se atreve a proclamar que las mujeres tendrían que formar parte integrante de los debates políticos y sociales y deben tener el derecho a voto. Tras la revolución francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano redacta la transcendental, aún a día de hoy, Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana en 1772 insistiendo en que se devuelva a la mujer los derechos fundamentales de los que se le ha despojado. Olympe es la primera en erguirse y dar un paso hacia delante afirmando que los derechos de las mujeres son derechos humanos. En ella declara que “La mujer tiene derecho a subir al patíbulo y también debe tenerlo a subir a la tribuna”. Tras su publicación, insiste en la importancia del divorcio y la sustitución del matrimonio religioso por un contrato civil. A su vez, argumenta la importancia de reconocer la filiación de hijos que nacen fuera del matrimonio así como la creación de maternidades para que las mujeres no den a luz en hospitales normales. Todas sus guerras se llevan a cabo en campos de batalla que mantienen trincheras a día de hoy, con debates que aún faltan por ganar. La misoginia que ella tan cristalinamente identificaba en cada paño de la sociedad no ha desaparecido. La violencia, la medicina que ignora a la mujer, los vientres de alquiler, la ablación del clítoris, la negación de los derechos de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos siguen siendo realidades con las que convivimos a diario. Si Olympe viviese en 2020, tendría tanta carga de trabajo como entonces y se seguiría encontrando con una ferviente oposición para conseguir la implementación efectiva de la Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana. Alegrarnos por ciertas mejoras transcurridas desde la época de esta genia es importante, pero tomar consciencia de todo el camino que queda por recorrer es necesario.


Olympe de Gouges es condenada a muerte en un juicio sin abogados y ejecutada el 3 de noviembre de 1793 por sus críticas al gobierno que se formó tras la revolución y por defender los derechos de las mujeres que no estaban incluidas en el lema de “égalité”. Una revolucionaria de tal envergadura no se olvida, se celebra y honora. Pese a desaparecer con unos meros cuarentaicinco años, nos deja tesoros literarios y preguntas claves que, siglos después, aún nos dan que pensar : “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta; por lo menos no le privarás ese derecho. Dime, ¿qué te da imperio soberano para oprimir a mi sexo?”.